Viniste a verme, a contarme del soltar, del desapego, de la ausencia del dolor...de la libertad.
Me costaba creer y me resistí ¿cómo?, ¿dónde me iba a sostener?
Entonces solté, solté lágrimas, dejé salir la oscuridad del pensamiento, del deseo, del no poder, del no tocarte, del no abrazo y del no escuchar tu risa...
Y es así como pude sentirte y sentir: la libertad de tus palabras en la ligereza de nuestro vuelo, el calor del sol tumbados en la arena, el vibrar de tu risa, el salpicar del agua salada volando al ras del mar, tu abrazo...tu luz!
Y comprendí, desde el sentir, que nuestra vulnerabilidad nos hace uno y en nuestro desapego está nuestra libertad de ser libres, de ser todo, de ser nada.
Y los cuerpos se funden en un sin fin de mariposas que no conocen de limites, el ser sólo uno, el vibrar de tu risa siempre en mí. Y sostener me parece ahora algo tan ligero como una sonrisa.
Al abrir los ojos un poco más de tu luz en mí y paz en mi corazón...el mundo un poco más fácil en este sin ti contigo.
V. León
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