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Thich Naht Hanh

"El regalo más valioso que podemos ofrecer a otros es nuestra presencia"
Thich Nhat Hanh

23 octubre 2015

Abrazar el sufrimiento: la aceptación del dolor ante la pérdida de un ser querido


¿Puede la atención plena acompañarnos en nuestra reconstrucción de la perdida? ¿Reduciría intensidad del sufrimiento, nos aportaría calma?

La respuesta es sí. La práctica de la plena conciencia y la compasión son excelentes compañeros de viaje en el proceso de duelo.

Hace tiempo que escribo sobre la experiencia del dolor físico y el sufrimiento, un texto aún en borrador. Pero hoy arremete un dolor emocional tan fuerte que acalla cualquier otro tipo de dolor: el dolor de la pérdida de un ser querido.


En cualquier caso estaría hablando un poco de los dos ya que el cerebro no distingue entre dolor fisico y emocional: «Los dolores causados por motivos sociales –como un desamor– o los placeres de igual naturaleza –como aprobar una oposición– activan idénticos circuitos cerebrales que los estímulos fisiológicos, básicos para sobrevivir, como la práctica del sexo.» 





La práctica de la atención plena a través de la meditación, el yoga o cualquier otra forma que nos sirva para estar presentes, facilita este proceso de reconstruir la historia de vida cuando alguien deja de estar físicamente a nuestro lado, con sus células, sus huesos, sus órganos, su piel...

Lo mas difícil de todo es soltar, el desapego. Cuando la persona a la que se intenta retener hace tiempo que se liberó de su carga física, es importante dar con esa fórmula que nos sirva para sentir esos abrazos o esa sonrisa lejos del mundo físico, en conclusión, sentirnos reconfortados y encontrar paz.

En general, ese vivir mindful nos permite conectar con la aceptación de lo que es. Un proverbio Zen dice:

“Si entiendes, las cosas son así. Si no entiendes, las cosas son así.” 


Cuando se vive una pérdida se pasa por diferentes fases, que a grandes rasgos recogen, en primer lugar, la evitación o negación de la misma. Esa incredulidad que surge de que no está pasando o que, simplemente, es un mal sueño del que despertaremos. Luego sigue una etapa de acomodación o comprensión de la perdida como algo real, aquí surgen diferentes emociones de culpa, enfado, tristeza o frustración...es un proceso largo que requiere de tiempo, autodescubrimiento y apoyo social. Y en último lugar está la asimilación o reconstrucción de nuestra identidad con la aceptación de esa pérdida como parte del proceso vital. 

Pues bien, todo esto en realidad pasa en un continuo y se entremezcla, a veces unas emociones son más intensas que otras pero no hay un principio y un fin exacto al que aferrarnos. Así que lo vivimos como algo natural, no patológico.

Pero, volviendo a lo que decía, mindfulness facilita este proceso.
No se trata de hacer o no hacer ciertas prácticas sino de un modo de ser, de vivir la experiencia a través de ese prisma que conlleva aceptación y compasión. Compasión hacia la persona fallecida, hacia los seres queridos, hacia uno mismo o hacia la propia situación. 

Cuando la situación que rodea a la muerte ha sido violenta (a falta de una palabra mejor), esta forma de vivir el mundo y a los seres que lo habitan hacen que una se sienta más reconfortada. La aceptación, la compasión y el no juicio nos abrazan de tal forma que podemos conectar (a pesar de todo el dolor, la incomprensión y la tristeza), con el amor. Con esa fuente de amor que nos nutre y nos une a todos los seres.

Como dice nuestro querido Thich Nhat Hanh: 

«La plena conciencia es como la mamá que acoge al bebé. Cuando la madre toma al bebé con ternura, el bebé sufre menos. Si sabemos como acoger ese sufrimiento después de la práctica de la plena conciencia del sufrimiento, sufriremos menos.»


Otro aspecto que nos reconforta cuando se siente la vida de esta forma y que tiene que ver con el desapego, es la impermanencia de las cosas. Nada es eterno, todo cambia y tanto la vida como la muerte son parte de un mismo ciclo.

En este sentido aceptar el propio ciclo de nutrición que lleva nacer y morir, como la noche sigue al dia y al revés, nos permite soltar y poder conectar con el momento presente.  

«La muerte es una ilusión»

¿CÓMO LO HAGO?
Ecuentra un espacio donde estar contigo mismo y con tu dolor.

Respira, observa y siente como se va transformando con cada aliento.
Observa el ciclo de la respiración: sigue con tu atención la inspiración desde su comienzo hasta su final. Observa la pausa antes de iniciar la siguiente espiración y repite otra vez focalizándote en la exhalación. Date cuenta de la pausa antes de la siguiente inspiración y comienza de nuevo.
Aceta lo que aparezca sin juzgar y abraza ese sufrimiento, arropándolo, acunándolo con cariño hasta que se calme.

Puedes probar a hacer esta práctica en compañia, a veces las otras personas con su presencia pueden ser el sostén en momentos difíciles.
Recuerda que «el mejor regalo que podemos ofrecer a las demás personas es nuestra presencia».



Playa «El Madero», Liencres. Foto: J. Arias.

Hay una historia de Thay  que a mi me resulta un buen marco para respirar la impermanencia y, por qué no, un buen refugio cuando me envuelve el dolor de la pérdida como si mente y corazón pudieran calmarse mutuamente y encontrar algo de paz en medio de la tormenta. Espero que la disfrutéis tanto como yo:

«Una tarde de otoño me encontraba en un parque, absorto en la contemplación de una hoja muy pequeña y bonita en forma de corazón. Su color era rojizo y casi colgaba de una rama, de la cual parecía que estuviese a punto de caer. Estuve mucho tiempo con ella y le hice muchas preguntas. Supe que la hoja había sido la madre del árbol. Normalmente, pensamos que el árbol es la madre y que las hojas son los hijos, pero al mirar la hoja vi que también era madre del árbol. La savia que toman las raíces no es más que agua y minerales, que son insuficientes para nutrir al árbol, de manera que éste distribuye la savia a las hojas. Estas se encargan de transformar esta savia rudimentaria en savia elaborada y, con ayuda del sol y del gas, enviarla de vuelta para nutrir al árbol. Además, como la hoja se une al árbol por un tallo, es fácil ver la comunicación entre ambos.

Le pregunté a la hoja si tenía miedo porque el otoño había llegado y las otras hojas empezaban a caer. La hoja me dijo: "No, no tengo miedo. Durante toda la primavera y el verano estuve muy viva. Trabajé y ayudé a nutrir al árbol y gran parte de mí misma se encuentra en este árbol. Por favor, no digas que sólo soy esta pequeña forma, porque la forma de hoja es sólo una pequeña parte de mí. Soy todo el árbol. Sé que estoy en el árbol y que, cuando vuelva a la tierra, continuaré nutriendo al árbol. Es por eso por lo que no me preocupa. Cuando deje esta rama y surque el aire hasta la tierra, saludaré al árbol y le diré "hasta pronto".»




Y entonces, no hará falta decir adiós, sólo un «hasta pronto»... gracias por haberme nutrido durante toda mi vida y por seguir haciéndolo después de abandonar tu forma. 


Regalo de Lara. 


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